miércoles, 27 de enero de 2010

PANTEON 1



Esto es un pequeño relato que escribí.







    - sabes que nada hay capaz de asustarme, johan.-dije sin titubear-esas historias son ridículas,absurdas...si lo que pretendes es impresionarme no lo podrás conseguir.
    Johan, tan lejos de mi tono de ironía como pensativo ,escondió una mueca de dolor ante mis palabras. La culpabilidad me alcanzó de pleno, y a pesar del poco crédito que le daba a mi amigo en aquellos momentos, me esforcé en ser condescendiente.
    -vayamos a Londres unos días.-dije.-solíamos pasarlo bien...no puedes haberlo olvidado;creo que es necesario que te alejes de esto una temporada. Empiezas a preocuparme.
    Estaba anocheciendo y ya llevábamos un buen rato conversando. Hacía bastante tiempo que me arrepentía de haber ido a visitar ajohan.com forma egoísta, pensaba que mi actual felicidad no tenía porqué verse turbada por las alucinaciones de un antiguo amigo, aunque éste fuese una gran persona.El problema es que ya hacía bastantes semanas, que Johan era preso de la locura, algo triste y lamentable en un hombre que fue todo un cerebro y se caracterizó por su buen juicio.
    -¿sabes Paul?-preguntó-no puedo obligarte a que me creas; en realidad no trato de hacerlo. Me da igual lo que estés pensando. Es más...sé lo que piensas de esto. Para ti, al igual que para la mayoría de vosotros, mis supuestos amigos, soy un pobre chiflado que ve fantasmas.
    En sus ojos, en aquellos momentos, vi tanta lucidez que me sentí avergonzado. No pude evitar pensar que personas como Johan, seres inteligentes y con dominio de si mismos pero perturbados,eran los mismos que arrastraban masas de gentes al fanatismo...gentes débiles de voluntad, prestos a creer todo cuanto se les contara de una manera tan razonable.
    -no te creo un chiflado.-dije, y en aquel momento lo dije de corazón.-sólo te creo un buen compañero que está pasando un horrible momento.-tragué saliva.-¿sabes? yo también quería a Raquel...no voy a negarte a estas alturas que estuve enamorado de ella durante un tiempo;tampoco omitiré que te llegue a detestar por haber logrado lo que yo no conseguí...y tampoco que llegó un día en que se convirtió en mi amiga, en la prometida de mi mejor amigo.-hice una leve pausa.-su muerte, me ha afectado sobremanera...entiendo toda tu rabia,tu impotencia...quizá mejor que nadie.Créeme, solo intento ayudarte a poner distancia entre ese dolor y tu.
    Paul parecía no escucharme. Incluso se adivinaba una mueca de ironía en su expresión. Supe, que jamás lograría sacarle de sus fantasías. Necesitaba la ayuda de un profesional.
    -No lo comprendes...-habló al fin- yo no quiero poner ninguna distancia entre Raquel y yo...es lo único que me mantiene vivo; no dudaría en acabar con todo si Raquel me hubiese abandonado. Raquel-dijo con una suave y extraña voz- No está muerta.
   


    El silencio se instaló entre nosotros tal y como solía ser habitual en aquellas conversaciones que tan tajantemente Johan concluye con aquella frase que negaba la muerte.
    -Oh,Johan...cuanto me gustaría poder ayudarte.-suspiré.
    Los ojos de mi amigo parecieron recobrar un poco de vida al escuchar mis palabras. Hasta su tez se tornó más vital.
    -¡Lo harás!-exclamó-en realidad, eres el único que puede hacerlo. A nadie me atrevería a pedírselo aparte de ti...será la experiencia más extraordinaria que tengamos ambos.
    -pero, ¿de qué hablas?.
    -Es sencillo-Johan parece fuera de sí. Jamás va a alguien tan excitado, hasta el punto de temer por su salud física. Podía darle un ataque, tan exaltado estaba.
    -De acuerdo Johan...dime de qué se trata. De verdad que quiero ayudarte.
    -Se trata...-dudó apenas unos segundos-de que me acompañes a un sitio.
    -...sigue.
    Mi amigo estaba empezando a sudar, sus ojos se habia apartado de los mios. Cuando habló sentí una sensacion de vértigo e irrealidad.
    -quiero-dijo-que vengas conmigo a la tumba de Raquel.
    -¿Te has vuelto loco?-grité-eso es un delito por decir solo algo leve de una acción semejante.-A estas alturas ya me había convencido de la realidad. Johan estaba enfermo. Muy enfermo.-te acompañaré a un buen médico-le sugerí con suavidad.-todo esto se tiene que acabar Johan.
    -Me acompañaras al psiquiatra que elijas, el día que escojas...si bajamos al panteón y comprobamos que Raquel sigue allí, que su cadáver descansa para siempre.
    Sin dejar de mirarle, sopesé sus palabras. Si al menos supiera sobre seguro que Johan volvería
en sí tras la macabra experiencia, no lo habría dudado...pero quizá su situación empeorase al profanar aquella tumba. Además, no me sentía con ánimos de contemplar el cadáver de Raquel.
Por contra, mi amigo prometía visitar a un especialista si yo me aventuraba con el, en aquello.
    -Creo que empiezo a delirar yo también.-y traté de sonreír-...hecho, amigo.Iremos al panteón de Raquel y Dios quiera que no nos sorprendan en semejante acción. ¿eres consciente de que me estoy jugando mi reputación como abogado y mi propia estima humana?.
    -Cuando lo hagamos-aseguró el-lo darás por bien empleado. Sabes que estoy perfectamente cuerdo amigo mio. No lo dudas ni un instante.
    No respondí. Lo último que deseaba era herirle,decir lo que realmente pensaba. Pasamos la siguiente hora planeando la "visita" a Raquel y aseguro que no recordaba a Johan tan animado y feliz desde que sucedió la tragedia.
    Cuando más tarde llegué a casa y me contemplé en el espejo del baño, palidecí. Me lamenté por haber aceptado semejante idea. Mi corazón latía con fuerza y me sentía mareado a la vez que extrañamente excitado por la perspectiva de ver el cuerpo de Raquel, la única mujer a la que yo había amado, un tanto platonicamente, pero con toda el alma.
    Aquella noche tuve pesadillas.Sueños terribles derivados de las dudas de mi mente. En los días siguientes, ya no pensé en otra cosa.




     La carretera se estrechaba por momentos. Ya llevábamos un buen tramo recorrido. Ninguno de los dos hablaba. Por mi parte, el rostro de Raquel volvía una y otra vez a mi memoria...su cabello rubio y ensortijado, sus ojos azules y su luminosa sonrisa.¿qué quedaría de ella ahora?.Habia pasado casi un año.Quizá por la obsesión enfermiza de Johan, su muerte parecía mucho más reciente.
    Habíamos elegido la noche perfecta.Toda la ciudad parecía dormida.Sin embargo, las ráfagas de de aire helado me hacían lamentar el hecho de estar allí...
    Cuando llegamos al cementerio,el frío era más intenso.Era la primera vez que yo visitaba aquel lugar de noche, y me resulta complicado describir lo que allí sentía.No había luna aquella noche, así pues, las leyendas de las tumbas blanqueadas por ella, resultaban inexactas en aquel momento.Sólo vi oscuridad,rumor de ramas de árboles mecidos por el viento y los latidos de mi propio corazón. El silencio de fondo, era lo más inquietante. Allí no parecía existir ningún tipo de vida.Ninguno...ni un solo resquicio de ella.
    La palidez de joan se acentuaba en la oscuridad.Sus grandes ojos estaban fijos en mí,esperando alguna reacción que no llegaba. Finalmente, me adelanté a el y caminé hacia nuestro objetivo.
    El panteón de la familia de Raquel, se alzaba majestuoso al lado derecho más alejado de los demás.Era el más imponente de todos.
    -¿cómo vamos a entrar?-mi voz sino como un disparo en medio del silencio. Johan, curiosamente, no se sobresaltó.Hurgó en su bolsillo hasta sacar una especie de ganzúa grande, y me la mostró sin emoción.
    -quinientos dolares; no me costó demasiado convencer al vigilante.
    Mientras Johan manipulaba con la herramienta en la cerradura, mi rostro se empapó de un sudor frío. Miré en todas direcciones, temiendo ser sorprendido. Cuando me calmé un poco, observé  tras el cristal el interior del panteón, apenas iluminado por una lámpara en forma de vela y empecé a sentir nauseas.
    -Johan-musité.
    -St...ya casi está.Tranquilízate.
    La puerta de hierro se abrió con un chasquido sordo justo cuando mi amigo acababa la frase. Sólo entonces se volvió a mirarme y en sus ojos, ví tanto miedo, tanta amargura que me estremecí. Sin mediar palabra, Johan penetró en el panteón. Le seguí a corta distancia. A pesar de considerarse un hombre sereno, en aquella ocasión, estuve al borde de la histeria.Ahora venía lo más difícil. Raquel descansaba tras un muro de cemento que parecia infranqueable, teniendo en cuenta que carecíamos de materiales para poder echarlo abajo. No obstante, Johan parecía tenerlo todo bajo control, pues abrió una pequeña compuerta de hierro ubicada a un lado de la pared y allí, estaba todo lo necesario para derribar el muro.
    -¿cómo es posible que ese hombre se arriesgue a perder su empleo?-pregunté.
    -No es la primera vez que profanan una tumba-aclaró-suele suceder y se responsabiliza a los delincuentes...mañana se dirá que unos gamberros borrachos han perturbado el sueño de los muertos.
   Acepté su teoría entre otras cosas, porque ya había ido todo demasiado lejos como para volver atrás.¿y por qué no decirlo? debido a una macabra curiosidad. Mi único consuelo y mi única forma de limpiar la conciencia, era que Johan había prometido ir a un médico y entonces, aquella experiencia habría merecido la pena.
    -Raquel Mansfield-leyó en la lápida.-Descansa en el sueño eterno.
    -Démonos prisa-rogué-Por Dios...acabemos con esto.
    -Ah.-dijo-"esto"no ha hecho más que empezar...ella no ha querido dejarme; tu mismo lo comprobaras-su rostro era patético, la mirada extraviada...llegué a sentí miedo.Johan pareció olvidarse de mi y se dedicó exclusivamente a derribar el muro con un afilado pico y un enorme martillo que manejaba con una destreza sorprendente. Preso del éxtasis, no se daba cuenta de que los minutos transcurrían con rapidez. Encendí un cigarrillo temblando ligeramente, y dejé vagar la mente hacia tiempos felices...cuando Raquel, llena de vida, era parte de nuestra existencia, ahora gris.
    Pareció pasar mucho tiempo hasta que el muro cedió y el hedor, me golpeó el rostro violentamente.No pude evitar una arcada, ni que se me doblaran las piernas. Johan, también retrocedió impactado por el insoportable olor a podredumbre. Ambos nos miramos con una mueca de horror. Por un momento, creí que mi amigo ya tenía suficiente con aquella prueba de que la muerte estaba presente en aquel tenebroso recinto. Me equivoqué. Johan, se recompuso de inmediato y procedió a sacar el ataúd de su reducto. Por mi parte, me alejé hasta la salida, sin querer ver como forzaba la tapa presa del paroxismo. Cuando la escuché ceder, tragué saliva y me obligué a mirar hacia atrás.
    Johan tenia los ojos inyectados en sangre y la boca muy abierta.Temí ya abiertamente por su estado. Aquello podía enloquecer sin remisión.Me acerqué titubeando y bajé la mirada hacia el interior del ataúd.
    Lo que allí vi, no lo olvidaré mientras viva y formará parte de mis pesadillas para siempre.
    Tuve que taparme la nariz para soportar aquel fétido hedor. Dentro de la caja, se hallaba lo que quedaba de Raquel. Sus cabellos, antaño claros y suaves,eran ahora una materia amarillenta pegada al cráneo. Su dulce rostro, se había convertido en un amasijo de carne acartonada, de un color cerúleo...pero lo más terrible eran sus ojos...las cuencas estaban vacías y de su interior, parecian surgir las tinieblas del infierno.El resto...¿qué puedo decir?...los gusanos se habían encargado de destruir toda su belleza, hasta hacerla inimaginable en aquel engendro que teníamos ante nosotros. El hueso de la mandíbula, asomaba entre los jirones de su piel, formando la sonrisa más tenebrosa que imaginarse pueda. Sus ropas, estaban manchadas de descomposición orgánica, haciendo imposible descifrar el color original de la tela.
    Johan, en un último arranque de valentía, tomó una de las manos curiosamente impolutas de Raquel. La piel de ellas, se fundió como cera caliente al contacto con la de Johan. El, retiró la suya con una mueca de repugnancia.
    -yo...-su voz temblaba.Traté de sujetarle, pero cayó de rodillas cubriendose el rostro con ambas manos y sollozando.
    Respeté su dolor.Yo mismo, era presa de la desesperación llevada al extremo. Debíamos salir de allí cuanto antes...debíamos continuar con nuestras vidas a toda costa.
    -Johan...-le susurré-vamonos viejo amigo, seamos fuertes.


  
    Heidi se estaba maquillando los labios de espaldas a mi. Tenía uno de aquellos dias en los que todo le parecía una pérdida de tiempo, e ir a visitar a mi hermano no era una excepción. Mientras se pasaba la barra de color por los labios, yo pensaba en el extraño silencio de Johan. Heidi hablaba sin parar, un monólogo interminable...podía ver su rostro perfecto enmarcado en el espejo. La única explicación que ahora encontraba para seguir con ella, se limitaba a su aspecto externo. Heidi tenía unos rasgos aristocráticos, hermosos. Su cuerpo, envuelto ahora en una bata blanca que dejaba entrever su ropa interior, era, en una palabra, soberbio. Sin embargo, me sentía tan lejos de ella que parecía estar hablando al otro lado de una pared infranqueable. Me preguntaba qué demonios estaría haciendo Johan en aquellos momentos, qué cosas le pasarían por la mente...no había manera de ponerse en contacto con el.
    -¿Me estás escuchando maldita sea?-gritó Heidi sobre saltandome-¿qué diablos te pasa?.
    La miré como si la viera por primera vez. Era tan distinta de cuando la había conocido...¿o era yo quien había cambiado hasta el punto de sentir rencor hacia Heidi por no ser la mujer a la que podía amar?.
    -perdona.-me excusé.-pensaba en Johan...me preocupa.
    -¡Johan!...estás siempre en las nubes;no te entiendo, de verdad...solo me faltaba tener que pasar la tarde con tu cuñada.Estoy segura de que no le caigo bien.-gruñó.-seguro que Lilian le caia mejor.
    -otra vez con lo mismo.-bufé.Lilian había salido conmigo un tiempo y precisamente, rompimos al conocer yo a Heidi...cosa de la que sinceramente, comenzaba a arrepentirme.
    -Bueno, no la tomes ahora con mi cuñada ¿de acuerdo?.Tienes un caracter endiablado...
    -¿Ah, si?-Heidi se dio la vuelta y quedó ante mi, echando chispas por los ojos.-muchos hombres estarían felices de tenerme a su lado; eres un imbécil, un engreído...no me extraña que Lilian se alegrara de perderte de vista.
    Su cara habia enrojecido por la ira. Estaba realmente atractiva. La bata se había entreabierto y mostraba sus piernas hasta la altura del muslo. Tristemente, me di cuenta de que la deseaba. Puramente.Heidi no me inspiraba ningún otro sentimiento que el mero deseo de poseerla de una manera nada romántica. Simplemente, lanzarla sobre la cama y despojarla de la bata.Así era en los últimos tiempos. Ella fingía resistirse, pero lo único capaz de excitarla era la constatación de su poder sexual sobre mi.Un poder, que paulatinamente iba perdiendo grados.
    Sin responder, me encaminé hacia la salida. Heidi me siguió con la mirada y cuando comprendió que me marchaba, me siguió hasta la puerta.
    -y ahora ¿dónde crees que vas?-pregunto amenazadora.-¿crees que puedes dejarme con la palabra en la boca?.
    -Heidi...ahora tengo que salir de aquí. No quiero acabar diciendo cosas de las que después me arrepentiría. ¿has entendido?.
    Algo debió notar en mi tono de voz y en mi cara, ya que curiosamente, se suavizó y una especie de temor asomo a sus pupilas.
    -está bien cariño.-dijo-entonces...-titubeo-¿te espero para ir a casa de tu hermano?.
    -no lo sé. De verdad que no lo sé, Heidi.-dije antes de salir.
    El aire de la calle, se me antojó un bálsamo. Solo sabía que tardaría bastante en regresar a casa. De cualquier manera, aquella ya no era mi casa. Heidi había destrozado cualquier impresión de hogar. Ya no me apetecía regresar allí y pasar un minuto más con ella. Es curioso comprobar como la mujer de la que te enamoras un día, se transforma en "esa mujer", en una enemiga que tratas de evitar, en algo ajeno, que sabes de antemano que acabará con tu optimismo en unos pocos minutos.
    Ni siquiera me sentía triste como otras veces en similares circunstancias. Lo importante era buscar a Johan y ayudarle. Ya arreglaría lo de Heidi más tarde...aunque dudaba de que tuviesen arreglo.
    No, aquello estaba acabado. Me pregunté si la había amado alguna vez y no hallé respuesta.





    Busqué en mi bolsillo con cierto nerviosismo. Todavía era temprano, tardaría en anochecer. ¿Por qué no...?la idea iba tomando forma en mi mente. Saqué el paquete de  cigarrillos y encendí uno con rapidez. Si apelaba a la lógica, lo sensato sería llamar a la policía, informar de la desaparición de Johan y dar todos los detalles de lo acontecido la ultima semana...pero ello daría lugar a que me hicieran algunas preguntas y saldría inevitablemente a la luz nuestra visita al panteón.
    Fumé nerviosamente lo que quedaba del cigarrillo y lo arrojé lejos. La decisión estaba tomada. Mi amigo no respondía al teléfono, no abría la puerta de su casa, nadie parece saber de el...y su  obsesión era que Raquel vivía; luego era probable que aquel insensato hubiese regresado al cementerio buscando Dios sabe qué. Yo no podía cruzarme de brazos y seguir con mi vida cuando Johan quizá estuviese vagando por ahí en estado de shock, o tal vez herido.
    Entré en una taberna que parecia encontrarse providencialmente en mi camino y pedí un whisky doble. No solia beber, así que el licor surtió el efecto deseado. El ligero aturdimiento borró las dudas que me asaltaban minutos antes y sin más preámbulos, me encaminé hacia el coche. Volvería al cementerio aquella misma tarde. Estaba metido en aquello y si mi amigo tenía problemas, allí estaría para ayudarle.
    Condujé a buena velocidad durante todo el trayecto. Temia que empezara a anochecer y el cementerio me inspiraba cierto respeto.
    Finalmente llegué.Todavía había bastante luz. Aparqué en la entrada. No se veía a nadie. Abrí la puerta de hierro que rechino ruidosamente. Apenas había avanzado unos pasos, cuando una figura inesperada surgió como de la nada. A punto estuve de gritar, pero me contuve.
    Se trataba de un hombre entrado en años, de cabello blanco, algo descuidado y una mirada desconfiada.
    -estamos a punto de cerrar.-me dijo observandome con cierta reserva..
    -ah, claro...-suspiré.-me llamo Paul Andrews...soy amigo de Johan Thomas...no sé si le conoce...
    El hombre arqueó una ceja. Después nego con la cabeza.
    -Me temo que no sé de quién habla.
    Tal vez este no fuera el guarda que Johan sobornó...o tal vez el hombre se guardaba las espaldas, al fin y al cabo no me conocía.
    -Bueno, dá lo mismo. Yo...verá...he viajado muchas horas porque quería venir a visitar a una antigua amiga que descansa aquí, en un panteón.
    -ya, caballero. Pero el problema es que hay un horario ¿sabe?...y me temo que estamos fuera de el.
    -solo seria un momento.-le dije.
    El hombre titubeó. Miro su reloj y finalmente chasqueó la lengua molesto.
    -le acompañaré a ese panteón. Dígame el nombre de su amiga.
    Me condujo hasta el sitio que yo ya conocía. A la luz del día todo parecía menos inquietante. Nuestros pasos resonaban con fuerza sobre el suelo de piedra. Aquel era un hombre de pocas palabras.¿sería el mismo que dijo Johan?.No parecía el perfil de un tipo facil de sobornar.
    Habíamos llegado a la entrada del panteón.
   -Le dejaré unos minutos a solas.-dijo respetuosamente el hombre.
    A traves de la reja, divisé las lamparas en forma de vela...la lápida de Raquel exactamente igual al día que forzamos la cerradura."Raquel Mansfield.Descansa en el sueño eterno.".
    Alguien habia reconstruido todo aquello de una manera impecable. Me sentí aliviado por ello y también porque a Johan no se le había ocurrido volver.
    Me dispusé a abandonar el lugar, cuando algo llamó mi atención momentaneamente. El corazón empezó a latir con fuerza en mi pecho y la sangre pareció hacer estallar mi cabeza, aturdiéndome.
    -¿qué demonios...?-mascullé.
    Al lado de la lápida de mármol de Raquel, se hallaba otra idéntica...de un gris perlado, con las letras también inscritas en oro. Abrí mucho los ojos. No podía ser verdad...estaba muy nervioso, la presión me jugaba una mala pasada.
    Tragué saliva. Cerré los ojos y me esforcé en serenarme. Cuando los abrí, allí estaba de nuevo el nombre...como una broma grotesca. Mis piernas se doblaron y noté una sensación de ahogo.
    El nombre que leía en la lápida era el de Johan...y la fecha, la misma en la que murió Raquel...Entonces...¿quien....?.
    -Señor...¿se encuentra bien?-creí escuchar.
    Todo me daba vueltas. Lo último que ví fué la cara de preocupación del guarda.
    -...Johan...-musité.
    -llamaré a una ambulancia.-




    -lo lamento.-el médico le apretó calidamente el brazo.-ha fallecido a las seis de la tarde.
    Ella tragó saliva. Un año...Todo un año de incertidumbre, de idas y venidas, de dolor, de rabia,de culpabilidad también.
    No pudo evitar un estremecimiento cercano al alivio, que la avergonzó. La libertad...ella golpeaba su mente y su corazón llenándolos de esperanza. La libertad...llegó a pensar que aquello no acabaria nunca, que era una condena, tal vez un castigo por haber sido excesivamente coqueta, ambiciosa, insensible...pero no. Habia terminado.
    Cuando la llamaron del hospital, no sabía lo que iba a encontrarse. El año en curso, había sido con diferencia el peor de su vida. Primero, la muerte de Johan en el maldito accidente. En el acto. El destino implacable se cebó con él sin piedad. Le dieron la noticia cuando despertó malherida en el hospital; la consoló saber que Paul vivía...pero había entrado en un coma profundo, que a ella la rompió por dentro. Al fín y al cabo, era ella quien conducía aquella tarde, ella quien no supo dominar el volante, quien arrastró a los tres a su fatídico destino.
    Paul habia discutido con su novia y se les agregó en el último minuto. Pobre Paul...nunca había dejado de amarla, a pesar de la belleza espectacular de Heidi.
    Durante aquellos meses, se sintió responsable del estado de Paul. Le visitaba a menudo, le hablaba...claro, que pasaban las semanas y su ánimo iba decayendo. Los médicos, no daban apenas esperanzas de que pudiera salir del coma.
    ...Y además empezó a tener sueños inquietantes, en los que veia a Johan, y a veces tambien a Paul...parecian atormentarla, les oia llamarla en medio de la noche y entonces, se levantaba a fumar compulsivamente, hasta que las primeras luces del alba la reconfortaban.
    Y conoció a Gerard. Se aferró a el, como una niña temerosa e indefensa. Quizá en otras circunstancias, Gerard no habría tenido ninguna posibilidad. Era pragmatico,silencioso,monótono incluso...pero le dió el apoyo que necesitaba.Le hizo ver lo absurdo de sus miedos, lo ilógico de sus conclusiones.
    Se fué a vivir con el a las pocas semanas de conocerle. El cambio de casa le hizo bien, empezó a serenarse.Abrazada a Gerard en la cama, escuchando los latidos de su corazón y su respiración pausada, Raquel se acomodó a la vida que se le ofrecia y lucho por dejar atrás el pasado.
    ...Y hoy se cerraba el círculo. Muerto Paul, ya nada la ataba al sufrimiento, ya ninguna deuda arañaba su conciencia.
    -¿ya...?-preguntó Gerard apenas ella se sentó en el asiento.
    -si; ahora ya están juntos.-respondió Raquel sin mirarle.
    Arrancó el coche.

                                                  fin


C.S.C   2010

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