Solo una vida para darte
y el tiempo escapa
y vuelvo a tener miedo.
Los ojos ajenos ya no tienen el poder
de acallar la voz
ni las sonrisas torcidas
ni el sonido de la nada
aterroriza mi interior.
Pero sin ti, ¿qué soy?
Vuelvo a la orilla, navego
y el temor es quien me guía...
Ahí estas tu
cobijo de mil días
de un millón de noches frías.
Pero al despertar
si no encuentro tu aroma en la almohada,
vuelvo a estar sola, bajo el cielo
sin morada...
Y es que tu amor es refugio
y a la vez,
cárcel del alma.